Machine learning y ética algorítmica

Una de las clasificaciones más antiguas en la separación de géneros periodísticos es la aportada por el periodista británico Charles P. Scott (que también fue editor y político) cuando en 1821 escribió un ensayo donde indicó que <>. En definitiva, los géneros informativos frente a los opinativos.

Es esa sentencia se encuentra resumida una de las normas básicas de la profesión periodística: las informaciones deben ser lo más neutrales posibles y solamente explicar los hechos, dejando las opiniones personales, con la subjetividad que ello conlleva, para otro espacio.

En el desarrollo de los géneros periodísticos tenemos a la noticia como un claro ejemplo de los géneros informativos, mientras que el editorial o la crítica serian ejemplos de los opinativos.

En este sentido, Ignacio Escolar, director del periódico digital www.eldiario.com y anteriormente del diario madrileño Público, considera que el editorial, muy propio de los diarios, no debería existir. El editorial condensa la opinión oficial del medio sobre un acontecimiento de actualidad. Sin embargo, Escolar entiende que los medios no tienen opinión ya que éstas son exclusivas de las personas físicas. Las sociedades, las personas jurídicas, las empresas, en suma, lo que tienen -afirma Escolar- son intereses.

Traigo a colación esta separación para igualarla a otra diatriba que se está instalando en nuestras vidas, sin apenas darnos cuenta, y que condicionará sobremanera la forma de actuar de los seres humanos: los algoritmos y su neutralidad social. Podríamos definir un algoritmo como <>. Pero, ¿son los algoritmos realmente una cadena numérica solamente o inciden en el desarrollo ético del comportamiento humano? ¿Exclusivamente hacen su trabajo (en el periodismo sería ‘informar’) o inciden en la conformación de la opinión pública?

A nadie se le escapa la cantidad de algoritmos que pueblan nuestras vidas. Son ingentes. Los encontramos en multitud de situaciones cotidianas. Cantidad de desarrollos algorítmicos los vemos presentes a diario no solo en los ordenadores, en nuestros vehículos, en electrodomésticos, en los call centers, en la megafonía, en los sistemas de vigilancia…

Además, la inteligencia artificial (IA) se está introduciendo en un creciente número de tareas realizadas hasta la fecha por humanos. En ese nuevo escenario aparece, por ende, el machine learning donde las máquinas (el software que incorporan) van aprendiendo de sus errores, capacitándose mejor para próximas intervenciones. Es lo que Sherry Turkle ha definido como el ‘horizonte robótico’.

Quizás el concepto máquina no sea el adecuado para definir a todo ese complejo mundo de los robots y los cobots (cuando tienen entidad física), pero tenemos los denominados asistentes personales inteligentes. ¿Quién no conoce a Alexa, Siri o Cortana, por ejemplo?) o también a los bots sociales y los chatbots (cuando se trata exclusivamente de concretar paquetes informáticos). Todos ellos albergan algoritmos que permiten múltiples funciones. Incluso la interacción humana a través del lenguaje.

Muchos algoritmos se han diseñado bajo unas determinadas concepciones éticas… o en ausencia de ellas. Y ello es potencialmente peligroso. Estamos frente a un nuevo contexto de organización donde la sociedad necesita establecer un conjunto de reglas para gestionar la dinámica de esas creaciones y su afectación al comportamiento humano y al desarrollo social.

Ya se han alzado algunas voces que tratan de concretar jurídicamente la existencia de las personas electrónicas (por contraposición a las físicas y a las jurídicas), de tal manera que puedan ser dotadas de derechos y deberes. Ello posibilitaría, por ejemplo, la creación de impuestos y obligaciones tributarias, pero también la obligación de sus creadores de desarrollar algoritmos ‘con alma’, que respeten ciertas normas éticas, presentes en cada sociedad.

Hay que plantearse la necesidad de crear algoritmos que respeten las normas morales o éticas presentes en cada sociedad y en cada momento histórico. La pregunta fundamental no es si la ética pueda penetrar en el silicio, sino ¿cómo hacerlo? Y la respuesta está, como siempre, en manos de los humanos. Los programadores deben establecer códigos éticos en su comportamiento profesional. Y respetarlos. Al igual que hacen desde hace tiempo otras profesiones.

Para profundizar en el tema:

Monasterio, Aníbal (2017). Ética algorítmica: Implicaciones éticas de una sociedad cada vez más gobernada por algoritmos. Dilemata, 24, 185-217.
Sobre Sherry Turkle:
https://elpais.com/cultura/2012/03/21/actualidad/1332337561_848754.html

Calvo, Patrici; Osal, Cristian (2018). “Whistleblowing y datos masivos: monitorización y cumplimiento de la ética y la responsabilidad social”. El profesional de la información 27 (1), 173-184. http://repositori.uji.es/xmlui/handle/10234/174870
SEGURIDAD Y PRIVACIDAD EN BIG DATA: Retos y oportunidades (GDPR). http://planetic.es/sites/default/files/planetic/public/content-files/page/GDPR_y_BigData_Fidesol_0.pdf

Dr. Joaquín Marqués
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Politics and Policies. ¿Dónde ponemos el foco?

En una época donde se está produciendo en España un cambio generacional en el liderazgo de las organizaciones políticas también debería producirse otra evolución en la mente de los ciudadanos en torno a la comprensión de lo que supone la política, abandonando los viejos estereotipos y entendiendo cómo de manipuladora es la estrategia política basada en el espectáculo. El pan y circo de los romanos debería evolucionar hacía la valoración de los hechos y la rendición de cuentas.

En el mundo anglosajón diferencian entre politics y policies. El primer concepto se refiere al juego político como tal mientras que la segunda se contextualiza en las políticas públicas. Lo importante de la cuestión es determinar dónde establecemos el foco de atención: sobre cómo actúan los políticos (entendiéndolo en el complejo mundo del polientertaintment[1] que ya de por si daría para un artículo) o sobre sus propuestas de actuación, la plasmación de sus programas en planes y la medición de los resultados para su valoración (rendición de cuentas de sus responsabilidades y competencias).

En este proceso de cambio se debe prestar más atención al segundo concepto en detrimento del primero. Es la forma adecuada de valorar a un servidor público que es lo que, al fin y al cabo, debería ser un político. ¿Cuáles han sido los resultados de su labor como gestor público? Y aquí entran en juego los medios de comunicación que deberían apostar por difundir más las evaluaciones de las políticas públicas que rendirse al periodismo de declaraciones. Ello supone cambiar el foco de qué periodismo hacer y cómo hacerlo.

Poner el micrófono para unas ‘declas’ en medio de la calle o un pasillo, o asistir a una rueda de prensa, es una forma de periodismo que necesita menos cualificación que conocer de los análisis de resultados. ¿Cómo evaluar el Plan de cuidados de los trastornos mentales severos del Sistema Nacional de Salud? O ¿Cómo calificarlo? ¿O determinar si la inversión en el desarrollo de regadíos en el Bajo Cinca ha sido eficiente? Etc. Para ello el periodismo debe recurrir a profesionales con conocimientos más concretos. Seguramente con seniority (largos años de experiencia) y, con retribuciones bastante superiores a las que se pagan actualmente de media en el sector.

Frente a los programas del corazón, o concursos televisivos, seguramente se argumentará que el periodismo evaluador no consigue los mismos niveles de interés en las audiencias. No es cierto. Se trata de conseguir poner en el centro del debate público el tema en cuestión. Si en lugar de dedicar mucho tiempo a un suceso escabroso sobre un personaje famoso, un medio de comunicación apuesta por hablar sobre la falta de servicios hospitalarios para una determinada población, o la ineficacia en la supervisión de licencias de armas de fuego, por ejemplo, el interés que puede suscitar el tema en su público dependerá de la manera en que se sepa presentar. Y en conseguir que ese sea un tema de debate en el ágora pública. Nada nuevo que nos medios no separan hace o hayan hecho muchos otras veces antes.

Al final, que es lo que se busca ¿Una ciudadanía mejor informada o una ciudadanía más entretenida? Esa es la diatriba que debe solventarse es estos momentos de renovación y cambio. El resultado nos indicará el tipo de sociedad que tendremos.

Para más información sobre el tema consultar:

Hacker, Jacob S. and Pierson, Paul, (2009). The Case for Policy-Focused Political Analysis https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1471461

Medio, políticas y poder. https://elpais.com/elpais/2016/08/10/opinion/1470839487_841505.html

Iválua (Institut Català d’Avaluació de Polítiques Públiques). http://ivalua.cat

[1] http://sphera.ucam.edu/index.php/sphera-01/article/view/126

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Un decálogo para entenderse mejor

A menudo me pregunto, ¿qué debo hacer para comunicarme de manera eficaz con esa persona tan diferente, o que vive en una realidad paralela tan ajena a la mía? Para ello suelo utilizar unas normas que intentaré resumir en forma de decálogo.

La primera premisa es: tener paciencia. La opción contraria a las premuras de una sociedad actual, impregnada por la inmediatez y las prisas. La paciencia implica muchas veces ser tolerante y transigente.

La segunda es concretar lo más posible los hechos de la realidad circundante sobre los que podremos construir un contexto común de interlocución. Esta se une al tercer requisito: escuchar el doble de lo que hablamos es una condición para establecer diálogos productivos, alejándose de los monólogos encadenados.

Atender las conversaciones, las quejas y reclamaciones de los integrantes en la conversación (cuarto postulado) se ensambla con una característica que a veces resulta muy difícil de implementar: una apuesta por la humildad y la reflexión sobre los postulados propios como herramienta de la interacción con nuestros interlocutores (quinta recomendación).

Las percepciones de tus interlocutores deben ser analizadas. Para ello tenemos que profundizar en el conocimiento y desarrollar aquellas parcelas menos trabajadas. En séptimo lugar, reconocer que buena parte de la comunicación se desarrollar en el área no verbal. Hay que saber leer la gestualidad, lo que implica conocer las reglas de la prosémica y la kinésica como ciencias del comportamiento.

Aceptando las premisas anteriores, el octavo paso es entender que toda comunicación se desarrolla en entornos públicos y por tanto se hace necesario conocer las bases de las artes escénicas lo que conlleva estar al corriente de las características del entorno concreto donde se desarrolla la conversación y de los diversos escenarios alternativos posibles. Para ello se hace imprescindible apartar el miedo escénico de nuestro comportamiento superando las turbaciones que podamos tener interiormente.

El punto noveno consiste en saber dirigir la conversación, apuntando los temas de interés, pero ¡atención! sin erigirse en el centro. Para ello se usan técnicas como las preguntas neutras, los cambios de temáticas conversacionales, ampliando el círculo a nuevos interlocutores, etc.

Como último aspecto, que deviene en primero y principal y, de esa manera, se cierra el círculo, hay que tener claro y prefijados los objetivos que se pretenden lograr en toda conversación. Antes de iniciarla preguntarse ¿qué información pretendo obtener?

Todo ello se debe establecer en un entorno de comportamiento ético donde las malas prácticas, como la mentira o el engaño, deben estar ausentes.

En suma, ¿de qué sirve saber, si uno no sabe cómo comunicarlo? ¿de qué sirve tener la razón si no se sabe transmitir con eficacia? Por tanto, hay que dominar la escena, las palabras, el lenguaje no verbal… Todo ello se muestra como vital para obtener tus objetivos.

Dr. Joaquín Marqués
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Aterrizamos en la Era de la Singularidad… sin apenas darnos cuenta

“En 2019 un ordenador personal de mil dólares tendrá tanto poder como un cerebro humano” (Indocochea 2019: 113). Ello es consecuencia de que cada 18 meses se duplica la cantidad de transistores en un circuito integrado (Ley de Moore). Según esta escala, en 2029 ese mismo ordenador será mil veces más potente que un cerebro humano… al mismo precio.

Apenas sin darnos cuenta, estamos entrando en la Era de la Singularidad, donde la sociedad avanzará exponencialmente gracias al desarrollo de ciencias como la robótica, la nanotecnología, la Inteligencia artificial (IA) y la biotecnología. La diferencia con respecto a los robots o sistemas de IA ya existentes en la actualidad es que será el propio software que se mejorará a si mismo de manera recurrente, superando, de esa manera, la capacidad intelectual humana.

Este nuevo marco de singularidad va a generar profundos cambios en todos los ámbitos de la vida, desde el personal, pasando por el profesional/laboral, organizativo, familiar, etcétera, afectando a la comunicación humana y al nivel de relación. Aspectos que hoy nos sorprenden serán cotidianos. Por ejemplo, todos tendremos el don de lenguas gracias a los asistentes virtuales que automáticamente traducirán nuestras palabras a cualquier idioma.

Muchos de estos cambios son inimaginables hoy en día. Algunas voces ya apuntan un importante aumento de la longevidad de los seres humanos gracias a los tecnobiología. Aquello que hemos visto en películas tales como Transcendence o Autómata podrá ser una realidad. No está tan lejos. Está programado que ocurra en este siglo.

El concepto de singularidad fue popularizado por el matemático Vernor Vinge a principios de los ochenta del siglo pasado con su artículo “The Coming Technological Singularity: How to Survive in the Post-Human Era”. Pero quien usó por primera vez el término fue el físico John von Neuman a mediados del siglo XX.

De hecho, ya existe, desde 2008, una Universidad de la Singularidad en Silicon Valley (California), aunque sus cursos pueden seguirse también de manera on line. Definen su misión de esta manera:  educar, inspirar y capacitar a los líderes para aplicar tecnologías exponenciales para abordar los grandes desafíos de la humanidad.

La llegada de esas nuevas tecnologías de interacción persona-máquina ya está aquí. Los asistentes virtuales como Siri (para los usuarios de Apple), Speaktoit o Sherpa (para los de Android), ya los estamos usando. Entre los más populares: Cortana (de Microsoft), Alexa (de Amazon) o Aura (de Telefónica) que funcionan mediante la interacción vocal. Mis peticiones de búsqueda en Internet son de viva voz: “OK Google” le digo a mi Smartphone para activarlo. Y a continuación, le digo los conceptos de mi búsqueda. En milisegundos me ofrece un listado de opciones y, de viva voz, me lee la primera.

Como vemos, el desarrollo tecnológico avanza rápidamente. Sin embargo, queda pendiente el papel que deben desempeñar elementos humanos como la conciencia, la ética o la democracia para controlar los posibles abusos de este acelerado proceso. ¿Están las sociedades preparadas para semejante cambio?


Para profundizar en el tema:

Alejandro Indacochea (2017). Empieza la era de la Singularidad: Las Tecnologías que Cambiarán el Mundo. https://goo.gl/FpWQK1

Marité Salvat (2015). Crear el futuro. Buenos Aires: Ed. Dunken

Albert Cortina, Miquel Àngel Serra (2015). ¿Humanos o posthumanos? Barcelona: Fragmenta.

María del Mar Souto, Rafael Martínez-Cortiña (2018). 2025: Bienvenidos a la sociedad inteligente. Sevilla: Caligrama.

Sobre Aura:

https://elpais.com/tecnologia/2018/02/23/actualidad/1519381300_984071.html


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Por qué los CEO españoles no apuestan por su posicionamiento digital

os dirigentes empresariales, CEO en su acepción anglosajona (chief executive officer), en tanto que líderes de sus proyectos empresariales, deberían potenciar su presencia digital. Ello debería ser una de las habilidades estratégicas de los directivos de empresa en plena era digital. Una de las actividades digitales seria tener abiertos y activos perfiles digitales en las redes sociales de mayor difusión.

Esa presencia activa debe considerarse como un indicador más de una buena gobernanza, en el contexto de la RSE (responsabilidad social empresarial) y una apuesta por el liderazgo transformacional. A través de esas redes los CEO pueden establecer una mejor relación con sus diferentes stakeholders (denominados también grupos de interés) y una comunicación directa.

A la luz de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) que concibe la estrategia como una ciencia de la relación y de la articulación social, la comunicación está convirtiéndose en un elemento central de las corporaciones.

Como resultado de esta apuesta, cuya herramienta principal es la comunicación, surge una estructuración de la organización más relacional. La estrategia – en este caso la empresarial – se perfila de una forma “más dialogante, negociadora, cooperativa y consensual” (Pérez-González, 2013: 30).

En ese contexto se ha realizado recientemente un estudio sobre la presencia digital de los CEO españoles en las principales redes sociales de nuestro entorno: Facebook, Twitter, Linkedin e Instagram. Se ha procedido a analizar si los principales directivos que dirigen las corporaciones empresariales presentes en el selectivo índice bursátil, Ibex 35, están activos en las referidas redes.

En relación a los presidentes de las compañías se observa que solamente el 23% (ocho) disponen de cuenta en Twitter y, de estas, permanecen activas el 14,2% (cinco), una cifra idéntica a la que se constata viendo la actividad del mismo colectivo en LinkedIn, aunque en esta red social el porcentaje de presencia es mayor, un 34% (doce cuentas). Otro dato inicial es que la utilización de Facebook es testimonial (8,6% que supone tres cuentas de las cuales dos son personales).

La investigación reseñada, que se realizó en 2017, decidió que, para categorizar a un presidente con una clara apuesta digital, tenía que disponer como mínimo dos cuentas abiertas en dos redes sociales y en ambas debía tener una presencia activa.

Con esas premisas, finalmente de los 35 candidatos seleccionados tan solo cuatro personas al frente de sus organizaciones cumplían esa condición: Ana Mª Llopis de DIA, Rosa Mª García de Gamesa-Siemens, José Mª Álvarez-Pallete de Telefónica y Antonio Huertas de Mapfre.

El estudio también analizó a los directores de comunicación de las 35 entidades ya que los directivos englobados en este tercer grupo tienen a su cargo la estrategia de la comunicación digital de su organización. La mayor parte de ellos, el 74,3% dispone de perfil en Linkedin, aunque solamente el 60% tienen actividad en su perfil. Los datos descienden en Twitter donde solamente 14 personas (40%) tienen cuentas, teniendo actividad casi todos menos uno. La ratio baja drásticamente hasta el 14,3% si la red que se analiza es Facebook y en todos los casos (5) se trata de cuentas personales donde no hay actividad de la corporación. Son una decena los dircoms que tienen presencia activa en, al menos, dos redes sociales.

La gran constatación de este trabajo es la muy escasa presencia de los máximos dirigentes empresariales en las redes sociales en comparación con la cantidad de ciudadanos que usan a diario estos canales de comunicación. Sin duda, no existe una concienciación sobre la conveniencia de apostar por esta vía. Sin duda queda una gran tarea por delante a los directivos españoles si el planteamiento de la organización es conseguir establecer un dialogo con sus audiencias desde la cúpula y de manera directa.

Para ampliar la información y mayor detalle de la investigación citada en el artículo, consultar:

http://www.revistalatinacs.org/17SLCS/2017_libro_2/062_Marques.pdf

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El supernotario Blockchain. Mucho más allá del sistema financiero

Algo muy grande está sucediendo en torno nuestro sin que apenas nos demos cuenta. Algo que va a cambiar nuestras vidas como sucedió cuando apareció internet.

La tecnología blockchain (o cadena de bloques, también conocida como BC) está llamada a convertirse en el nuevo ecosistema de intercambio de información. Nació en 2009, de la mano de un colectivo desconocido (Satoshi Nakamoto es un acrónimo), para ser una alternativa al dinero y se ha convertido en la plataforma sobre la que funcionan las criptomonedas, siendo la más popular el bitcoin. Sin embargo, su uso va mucho más allá de ser una herramienta para monedas digitales. Abarca multitud de campos.

Para los desconocedores de qué es la cadena de bloques podemos definirla como una base de datos descentralizada y distribuida, basada en una secuencia creciente de bloques y cuya principal característica es la inmutabilidad y encriptación de los datos que esa cadena almacena. Cualquier modificación que se quiera realizar es detectada por todos los nodos que están interconectados. Alguien lo ha equiparado a un supernotario con miles de cabezas (los dispositivos que forman esa red) y que siempre se comporta de forma incorruptible (gracias a la criptografía con la que trabaja el sistema). Algunas personas lo llaman internet del valor y la seguridad que actúa como lo haría cualquier fedatario público. Con tan brillantes características no extraña que rápidamente se esté convirtiéndose en tendencia mundial.

Sus posibilidades son inimaginables por el potencial de escalado que tiene. Con costes ridículos, se puede decir que es una tecnología que sale casi gratis al no necesitar de intermediarios, lo que redunda en menores precios para muchos servicios que deciden utilizar el blockchain. Y no solo servicios. Sectores tan tradicionales como la minería, el textil o el automóvil son claros candidatos a utilizar la cadena de bloques.

La tecnología permite una mayor velocidad de ejecución en multitud de operaciones. También en el ámbito de la educación, acreditando los estudios realizados, como se puede constatar en la publicación que cito al final de este artículo. En poco tiempo va a formar parte de infinidad de aplicaciones y servicios que hoy en día tienen complejos procesos de intermediación. Pero el sistema de cadena de bloques, descentralizado, anonimizado y basado en pruebas que quedan registradas por todos los usuarios, va a hacer posible desarrollar un mundo horizontal y solidario.

El mundo del vino es un claro ejemplo del uso de la BC como tecnología para conocer su trazabilidad y poder dar fe del origen de cada botella. El consumidor puede saber todo el recorrido que ha tenido esa bebida alcohólica hasta que ha llegado a su copa. Pero los usos son múltiples y tan variados como podamos pensar. En Estonia ya se ha usado para legalizar un matrimonio, o sea, proporcionar una identidad digital no falsificable, sistema que puede trasladarse a cualquier tipología de documentación, incluidas las hojas de vida o CV que acreditan la autenticidad de lo que allí se expone e impidiendo su manipulación.

El siguiente reto es utilizar blockchain para el voto electrónico en los procesos electorales. También cambiará el paradigma de la comunicación y el marketing, sin necesidad de entrar en la lógica de la comunicación institucionalizada.

En resumen, el éxito de esta disruptiva tecnología está asegurado gracias a una serie de principios esenciales que posee blockchain y que Tapscott desgrana en su libro (más abajo). A saber: la integridad de la información BC que corre en la red; el poder distribuido que impide sea apropiado por alguien de manera unilateral, la seguridad y la privacidad de los datos que mediante BC se transmiten, la preservación de los derechos que en ella se contienen… en suma, con la utilización de la tecnología blockhain se contextualiza el nuevo liderazgo de la siguiente era.

Para ampliar información sobre el tema, consultar:

Artículos:

  • Bartolomé, Antonio; Bellver, Carles; Castañeda, Linda; Adell Jordi (2017). Blockchain en educación: introducción y crítica al estado de la cuestión. EDUTEC, Revista Electrónica de Tecnología educativa, nº 61, pp. 1-14, ISSN 1135-9250.
  • Dolader, Carlos; Bel, Joan; Muñoz, José Luis (2017). La Blockchain: fundamentos, aplicaciones y relación con otras tecnologías disruptivas. Economía Industrial, nº 405, pp. 33-40.

Libro:

Tapscott, Don y Alex (2017). La revolución Blockchain. Barcelona: Deusto ISBN: 978-84-234-2655-3.

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El gran valor de los intangibles

Desde hace cierto tiempo el mundo del fútbol, especialmente en Europa, está viviendo un proceso inflacionario, en relación con el fichaje de los jugadores.

La adquisición de muchos clubes por fondos de inversión de millonarios procedentes de países árabes, asiáticos, del Este de Europa o de Estados Unidos, junto a su interés de fichar excelentes jugadores, ha disparado el mercado.

En el nuevo escenario, muchos clubes han visto cómo sus estrellas le son arrebatadas a golpe de talonario sin poder hacer nada por intentar mantenerlos, frente a la capacidad económica de nuevos competidores que disponen de grandes tesorerías.

El pasado verano el F.C. Barcelona vio como el Paris Saint Germain, propiedad de un fondo de inversión catarí, Qatar Sports Investments, pagaba 220 millones de euros por hacerse con los servicios del brasileño Neymar. Sirven de bien poco las cláusulas de rescisión altas.

Opulentos empresarios como el dueño del Manchester City, el jeque árabe Sheikh Mansour, perteneciente a la familia que gobierna Abu Dhabi y con una fortuna estimada en 20.000 millones de euros; o el empresario chino Li Yonghong que adquirió a Silvio Berlusconi el C.F. Milan (Italia), por 740 millones de euros; o Stanley Kroenke, un multimillonario de Missouri, que pagó 900 millones de euros por el 66 % de las acciones del Arsenal de Londres… son solamente tres ejemplos de esta irrupción en el mundo del fútbol de las grandes fortunas mundiales.

Frente a esta situación clásicos equipos, como el Athletic de Bilbao, muy enraizados en sus territorios se ven impotentes para retener a sus jugadores, incluso jóvenes provenientes de las canteras de equipos inferiores, u otros aún en categorías juveniles son adquiridos por cantidades inasumibles por los clubes que los han formado.

La pregunta es clara. ¿Qué pueden hacer los dirigentes de esos equipos para no verse descapitalizados? Y es aquí donde el valor de los intangibles cobra dimensión. Sin duda hay que fortalecer el músculo financiero de la entidad, encontrando su nueva posición en el mercado. Pero muchos de los nuevos competidores no disponen del intangible que pueden tener algunos clubes con gran tradición.

Acabamos de ver un ejemplo claro de la utilización de intangibles como son el prestigio, la historia de la entidad, el entorno cultural, el clima deportivo, etcétera, para conseguir captar o retener valor.

EL F. C. Barcelona ha conseguido fichar a Philippe Coutinho gracias a que el jugador brasileño es un enamorado del club catalán. A pesar de ser propiedad del equipo de Anfield Road, del Liverpool F.C., propiedad de Fenway Sports Group, con el millonario norteamericano John Henry a la cabeza. El Liverpool no tiene problemas de dinero. Recientemente el conglomerado asiático China Everbright ofreció a Henry 800 millones de libras (930 millones de euros) por l compra del equipo inglés, oferta que fue rechazada.

El fichaje se ha conseguido gracias a la historia del club. Por su trayectoria, por los jugadores de su país que pasaron por el Nou Camp, por las figuras que juegan hoy en día. En suma, por un sentimiento. Por algo tan intangible como es un deseo. Ese algo aspiracional que construyó el Barça en la mente del jugador brasileño.

Por eso es de suma importancia cuidar los intangibles, potenciarlos, difundirlos… Y hacerlos conectar con los seguidores.

Referencias:

“La relevancia de los intangibles para la valoración y la gestión de empresas: revisión de la literatura” http://revistacomsoc.pt/index.php/comsoc/article/view/1185/1128

“Importancia y valoración de los intangibles: La percepción de los directivos”

http://www.redalyc.org/html/301/30113182002/

“Intangibles: activos y pasivos” http://www.redalyc.org/pdf/549/54900106.pdf

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Las enfermedades generadas por los smartphone

Con la integración de las TIC en la vida cotidiana, también hemos incluido en ella ciertas tecnopatías sin apenas darnos cuenta. El uso intensivo de las nuevas tecnologías, sobre todo de los aparatos con pantallas que irradian luz azul, están generando una serie de problemáticas en la salud, tanto física como mental, de sus usuarios. Son las llamadas tecnopatías algunas de las cuales generan, además, adicciones muy perniciosas.

Son situaciones que vivimos cada día en nuestro quehacer sin apenas darnos cuenta. ¿Quién no ha presenciado una reunión donde la mayor parte de los asistentes están más pendientes de su móvil que de la conversación? U otra muy habitual ¿Quién no ha vivido la sensación de estar desamparado por haberse dejado el smartphone en casa, o por no tener conexión durante un rato? Conductas que generan irritación, a uno mismo o en las personas de nuestro entorno. Son comportamientos que generan trastornos. Los psicólogos están viendo como cada día se presentan más casos de estos en sus consultas.

Este tipo de tecnopatías son enfermedades generadas por el mal uso, o abuso, de la tecnología. Algunas son de tipo más físico como el síndrome de túnel carpiano, u otras alteraciones musculoesqueléticas, producidas por acciones reiterativas en el uso de terminales o periféricos. Pero otras conllevan asociados episodios de ansiedad y desarreglos neuronales. Entre las más habituales podemos destacar: la nomofobia, el síndrome de sueño insuficiente, el phubbing: el síndrome de la vibración fantasma…

En muchas ocasiones ni tan siquiera somos consciente de estas padeciendo esas enfermedades. La más clásica, la nomofobia. El concepto proviene de abreviar la expresión inglesa ‘no-mobile-phone phobia’, o fobia a ir sin móvil. Se detecta cuando asociamos un aumento del nerviosismo interior, incluso de angustia, a no llevar el smarphone, o bien, a la imposibilidad de usarlo (por diversas causas).

Las adicciones son de diverso tipo. El concepto phubbing (formado a partir de phone y snubbing o desprecio) consiste en restar atención a quien nos acompaña al prestársela más al móvil u otros aparatos electrónicos que a su persona (Barrios, 2017). Una variante de la anterior la encontramos en muchas personas que no pueden evitar interrumpir una conversación al recibir una llamada o un mensaje, con el impacto que ello genera, incluso irritación, en los interlocutores.

Otra patología es el síndrome del sueño insuficiente. ¿Sabemos cómo afecta a la salud la luz azul de las pantallas de los smartphones y tablets? Altera los ciclos de descanso. Incide en una menor producción de melatonina, por ejemplo, la hormona que induce el sueño. El síndrome del sueño insuficiente es consecuencia del uso de esos terminales poco tiempo antes de irse a dormir. Otra consecuencia de la iluminación LED de esas pantallas, sobre todo de las longitudes de onda de luz de menor banda (luz azul), es la producción de daños en células del epitelio pigmentario de la retina (Chamorro et altri, 2012: 37) dañando los ojos.

Otra alteración neuronal. La percepción (errónea) que la vibración del móvil se siente en alguna parte de nuestro cuerpo, sin que se active realmente, es otra conocida como el síndrome de vibración fantasma. Ocurre porque los receptores de la piel se hipersensibilizan por el estímulo frecuente de la vibración del teléfono. Hay numerosas hipótesis sobre las causas del síndrome de vibración fantasma. Algunas sostienen que “el cerebro se ha condicionado a escuchar las vibraciones de manera tan frecuente que las mismas vías neuronales se activan incluso cuando no lo hace. Es como cuando se escucha una canción por repetidas horas o días. Esta se reproduce en nuestra mente, aunque el estímulo auditivo haya cesado” (Tuirán, 2016).

Como vemos, son muy variadas las enfermedades tecnológicas que surgen al amparo de la sociedad digital. La prudencia, nunca mala consejera, debería guiar la utilización de las TIC. Todo en su correcta medida.

Referencias:

E. Chamorro, C. Bonnin, L. Lobato-Rincón, J. Navarro-Valls, G. Ramírez-Mercado, C. Navarro-Blanco, y C. Sánchez-Ramos. (2012). Daño ocular causado por dispositivos LED. Seguridad y Medio Ambiente, 128, 36-41.

D. A. Barrios, V. A. Bejar, V. S. Cauchos (2017). Uso excesivo de Smartphones/teléfonos celulares: Phubbing y Nomofobia. Revista chilena de neuro-psiquiatría, 55 (3), pp. 205-206.

C. Tuirán (2016). Tecnología digital y tendencias en los procesos humanos de memoria y aprendizaje. QUID 27, pp. 75-84.

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Las redes sociales, ¿el quinto poder?

Hubo una época en que los medios de comunicación, eminentemente la prensa, eran conocidos como ‘el cuarto poder’, en referencia semiimplícita a los tres poderes públicos (legislativo, ejecutivo y judicial) surgidos en plena época de Revolución francesa de la mano de un movimiento intelectual como fue la Ilustración con Montesquieu como artífice intelectual.

Es sabido que el estricto respeto por la separación de poderes o, para ser más estrictos, de la división de funciones (ya que el poder es uno sólo y emana del pueblo, titular de la soberanía) que es confirmada a través de muchas cartas magnas en distintos países en el mundo, se ve alterado muchas veces. Aún con el marco de la legislación referida y en vigencia, en ocasiones no se puede evitar que uno de los tres -normalmente el Ejecutivo- intente imponerse sobre los otros. Pero son los checks and balances (los controles y contrapesos) generados por el sistema político del Estado de Derecho los que consiguen reconducir los excesos.

A lo largo del siglo XX el papel de la prensa ha sido fundamental para airear los excesos de cualquiera de los tres poderes cumpliendo, de esa manera, con un papel de control sobre el quehacer público, mediante una representación autoarrogada en nombre de los ciudadanos, de la sociedad en su conjunto. Es la tesis del perro-guardián (watchdog) expresado en origen por Walter Lippmann en su obra Public Opinion (1922) donde, en el capítulo XXIV, dijo “the press is a servant and guardian of institutions… The press is no substitute for institutions” y que podemos interpretar como que el papel de la prensa es el de trabajar, de alguna manera, como servidor y guardián de las instituciones democráticas siempre que estén al servicio de los ciudadanos. Ser el ojo escrutador para que estas no se desvíen de su cometido y denunciando las malas prácticas si se cometen.

En ese contexto, podemos constatar cómo los medios de comunicación han ejercido una influencia importante en la formación de la opinión pública. Lo analizaron bien los seguidores de la teoría de la agenda setting donde se detalla cómo el ciudadano utiliza parte de lo que le llega a través de los medios para decidir cuáles son los temas más importantes para él. Siguiendo este criterio, podemos colegir que lo marcado por los medios como importante es trasladado a los ciudadanos los cuales, a su vez, mediante un sistema de agregación, determinan qué es lo importante en la agenda social.

Por tanto, el papel que los medios han jugado en la concreción de aquellos temas/problemas que deben ser considerado como importantes, o sea, con transcendencia social, es fundamental para determinar los temas que preocupan a una sociedad. Dicho en otras palabras, los medios han jugado un papel necesario en la conformación de la opinión pública. Es una de las razones para haber sido considerados ‘el cuarto poder’.

Sin embargo, en el contexto actual ese papel se ha debilitado mucho. Por un lado, las audiencias cada vez son más escasas. Por otro, los ciudadanos ya no confían en lo que cuentan los medios y buscan otras vías para informarse. La principal es la que les llega a través de las personas en las que confían y que han definido de manera principal mediante una selección de ‘amistades’ en sus redes sociales favoritas.

Así, los contenidos que son difundidos a través de esas social networks captan la atención de manera cada vez más preeminente, superando el papel de los medios de comunicación (tanto los más clásicos como de los digitales). En ese entorno, empiezan a jugar un papel central los contenidos que difunden muchas personas en su red de seguidores, sobre todo aquellas que por el gran volumen con el que cuentan son definidos como influenciadores sociales. Ya empieza a hablarse de la conformación de un quinto poder (aunque igual debería reflexionarse sobre el numeral elegido).

Dentro de esa categoría hay que discernir entre aquellos perfiles claramente humanos, de otros constituidos por bots. La práctica de desarrollar perfiles falsos bajo apariencias creíbles son una herramienta para influir en la conformación de la opinión pública. Una práctica execrable de la propaganda política que busca la manipulación de las masas.

Resta pendiente estudios en profundidad sobre el papel que juegan las redes sociales en la decantación de la opinión pública (si son ya un quinto poder) y, en qué medida, los fakes influyen a nivel masivo. Son los nuevos riesgos de la sociedad digital.

Para más información sobre la temática:

Walter Lippmann (2003). La opinión pública. San Lorenzo del Escorial (Madrid, España) Ed. Cuadernos de Langre. Edición original en inglés, 1922.
José Luis M. ALBERTOS (1994). La tesis del perro-guardián: revisión de una teoría clásica. Estudios sobre el mensaje periodístico, Nº 1. https://goo.gl/mvLquL
Robert W. Mcchesney (2013). Lippmann y la crisis del periodismo. CIC Cuadernos de Información y Comunicación vol. 18, pp. 39-49. https://goo.gl/H3jbSA
José María Rubio Ferreres (2009). Opinión pública y medios de comunicación. Teoría de la agenda setting. Gazeta de Antropología, 2009, 25 (1), artículo 01. https://goo.gl/VP2Bza
José Ignacio Niño González, Mario Barquero Cabrero, Enrique García García (2017). Opinión pública e infoxicación en las redes: los fundamentos de la post-verdad. Vivat Academia, nº 139. https://goo.gl/DHwAzP
Dr. Joaquín Marqués

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Contra los 15 minutos de fama

“In the future, everyone will be world famous for 15 minutes”. La frase fue pronunciada presuntamente por el artista Andy Warhol aunque no todo el mundo está de acuerdo en la autoría. Igual se le adjudica debido a un programa de televisión que Warhol presentó en la MTV a mediados de los ochenta del siglo pasado.

Sin embargo, me interesa más la intención que trasciende de esa afirmación. Lo que nos indica es la predisposición popular por hacerse famoso, aunque sea por un breve instante en su vida. A mucha gente le gusta aparecer en los medios de comunicación con preferencia si este es audiovisual. Una corta entrevista en la televisión, incluso una breve cita en un reportaje periodístico, confieren una notoriedad fugaz, pero en ocasiones intensa, que reposiciona al ‘famoso durante 15 minutos’ en su círculo de amigos, saludados y conocidos. E intensifica el ego, sin duda.

Desgraciadamente esta tendencia se vuelve cada vez más cotidiana, creándose un conjunto de celebridades menores y, en gran medida, desechables que la sociedad consume con avidez, sin reflexionar sobre qué supone eso de cambio en la escala social de valores.

Es verdad que siempre han existido medios dedicados a las celebrities. La prensa rosa, o del corazón, tiene una larga tradición en la prensa escrita. Sin embargo, esta forma de ejercer el periodismo se ha extendido como mancha de aceite, a todo tipo de medios. Lo grave es que cada vez ocupa más tiempo, llegando a copar las franjas de mayor audiencia e invadiendo ámbitos donde la información y la reflexión deberían predominar.

Contra los gritos

En la actualidad formatos como el talk show o el reality show -los más vistos y comentados- se aventuran a tratar temas políticos o económicos, ámbitos que demandarían de rigor y mesura en su tratamiento. Y en esos espacios vemos como el grito y la confrontación airada se convierten en imprescindibles. Donde quién más grita y consigue mayores cuotas de audiencia (más rating) vuelve a ser llamado para intervenir (y pagado por ello).

Y lo peor de esta escalada es que este tipo de prácticas, que podemos catalogar como improcedentes, que son incluso promovidas desde la dirección del programa para mantenerse en pantalla durante más tiempo, proliferan, aumentando con cada cambio de parrilla. Programas realizados mayoritariamente por productoras externas al canal que la emite donde su meta es conseguir renovar el contrato por nuevas temporadas.

Los realities se han convertido, de esa manera, en un fenómeno cultural de entretenimiento en nuestra sociedad, desplazando a los programas informativos, poniendo por encima del rigor informativo la lógica del rating. Valores confrontados.

Debemos rechazar ese tipo de prácticas. Decir un NO contra los gritos. Premiar los programas donde los expertos pausados tengan cabida. Expresar nuestra opinión cambiando de canal. Apostando por los espacios de reflexión y dejando de lado la exaltación de los bajos instintos y de la manipulación emocional. Escenarios propios de la propaganda, no del periodismo.

Lecturas para ampliar el tema:

Collin Dufresne, I. (1988). Famous for 15 Minutes: My Years with Andy Warhol. New York. Open Road Media.

Papacharissi Z., Gibson P.L. (2011). Fifteen Minutes of Privacy: Privacy, Sociality, and Publicity on Social Network Sites. In: Trepte S., Reinecke L. (eds) Privacy Online. Springer, Berlin, Heidelberg, (pp. 75-89).

Bockris, V. (1991). Warhol, la biografía. Madrid: Arias Montano Editores.

Dr. Joaquín Marqués

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