Hubo una época en que los medios de comunicación, eminentemente la prensa, eran conocidos como ‘el cuarto poder’, en referencia semiimplícita a los tres poderes públicos (legislativo, ejecutivo y judicial) surgidos en plena época de Revolución francesa de la mano de un movimiento intelectual como fue la Ilustración con Montesquieu como artífice intelectual.

Es sabido que el estricto respeto por la separación de poderes o, para ser más estrictos, de la división de funciones (ya que el poder es uno sólo y emana del pueblo, titular de la soberanía) que es confirmada a través de muchas cartas magnas en distintos países en el mundo, se ve alterado muchas veces. Aún con el marco de la legislación referida y en vigencia, en ocasiones no se puede evitar que uno de los tres -normalmente el Ejecutivo- intente imponerse sobre los otros. Pero son los checks and balances (los controles y contrapesos) generados por el sistema político del Estado de Derecho los que consiguen reconducir los excesos.

A lo largo del siglo XX el papel de la prensa ha sido fundamental para airear los excesos de cualquiera de los tres poderes cumpliendo, de esa manera, con un papel de control sobre el quehacer público, mediante una representación autoarrogada en nombre de los ciudadanos, de la sociedad en su conjunto. Es la tesis del perro-guardián (watchdog) expresado en origen por Walter Lippmann en su obra Public Opinion (1922) donde, en el capítulo XXIV, dijo “the press is a servant and guardian of institutions… The press is no substitute for institutions” y que podemos interpretar como que el papel de la prensa es el de trabajar, de alguna manera, como servidor y guardián de las instituciones democráticas siempre que estén al servicio de los ciudadanos. Ser el ojo escrutador para que estas no se desvíen de su cometido y denunciando las malas prácticas si se cometen.

En ese contexto, podemos constatar cómo los medios de comunicación han ejercido una influencia importante en la formación de la opinión pública. Lo analizaron bien los seguidores de la teoría de la agenda setting donde se detalla cómo el ciudadano utiliza parte de lo que le llega a través de los medios para decidir cuáles son los temas más importantes para él. Siguiendo este criterio, podemos colegir que lo marcado por los medios como importante es trasladado a los ciudadanos los cuales, a su vez, mediante un sistema de agregación, determinan qué es lo importante en la agenda social.

Por tanto, el papel que los medios han jugado en la concreción de aquellos temas/problemas que deben ser considerado como importantes, o sea, con transcendencia social, es fundamental para determinar los temas que preocupan a una sociedad. Dicho en otras palabras, los medios han jugado un papel necesario en la conformación de la opinión pública. Es una de las razones para haber sido considerados ‘el cuarto poder’.

Sin embargo, en el contexto actual ese papel se ha debilitado mucho. Por un lado, las audiencias cada vez son más escasas. Por otro, los ciudadanos ya no confían en lo que cuentan los medios y buscan otras vías para informarse. La principal es la que les llega a través de las personas en las que confían y que han definido de manera principal mediante una selección de ‘amistades’ en sus redes sociales favoritas.

Así, los contenidos que son difundidos a través de esas social networks captan la atención de manera cada vez más preeminente, superando el papel de los medios de comunicación (tanto los más clásicos como de los digitales). En ese entorno, empiezan a jugar un papel central los contenidos que difunden muchas personas en su red de seguidores, sobre todo aquellas que por el gran volumen con el que cuentan son definidos como influenciadores sociales. Ya empieza a hablarse de la conformación de un quinto poder (aunque igual debería reflexionarse sobre el numeral elegido).

Dentro de esa categoría hay que discernir entre aquellos perfiles claramente humanos, de otros constituidos por bots. La práctica de desarrollar perfiles falsos bajo apariencias creíbles son una herramienta para influir en la conformación de la opinión pública. Una práctica execrable de la propaganda política que busca la manipulación de las masas.

Resta pendiente estudios en profundidad sobre el papel que juegan las redes sociales en la decantación de la opinión pública (si son ya un quinto poder) y, en qué medida, los fakes influyen a nivel masivo. Son los nuevos riesgos de la sociedad digital.

Para más información sobre la temática:

Walter Lippmann (2003). La opinión pública. San Lorenzo del Escorial (Madrid, España) Ed. Cuadernos de Langre. Edición original en inglés, 1922.
José Luis M. ALBERTOS (1994). La tesis del perro-guardián: revisión de una teoría clásica. Estudios sobre el mensaje periodístico, Nº 1. https://goo.gl/mvLquL
Robert W. Mcchesney (2013). Lippmann y la crisis del periodismo. CIC Cuadernos de Información y Comunicación vol. 18, pp. 39-49. https://goo.gl/H3jbSA
José María Rubio Ferreres (2009). Opinión pública y medios de comunicación. Teoría de la agenda setting. Gazeta de Antropología, 2009, 25 (1), artículo 01. https://goo.gl/VP2Bza
José Ignacio Niño González, Mario Barquero Cabrero, Enrique García García (2017). Opinión pública e infoxicación en las redes: los fundamentos de la post-verdad. Vivat Academia, nº 139. https://goo.gl/DHwAzP
Dr. Joaquín Marqués

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