Analizar la emocionalidad (II)

Las emociones son fundamentales para sobrevivir. Sin emociones no hay inteligencia que valga.

Una persona que no controle sus emociones es un peligro, pero la persona que no tiene emociones todavía es más peligrosa.

En el artículo del mes anterior tratamos la creación de las emociones y sentimientos en el cuerpo humano. Queremos seguir profundizando en el tema.

Es necesario reclamar que los ciudadanos de sigan siendo manipulados por las campañas comerciales o políticas, a través de técnicas publicitarias, mediante determinados estímulos irracionales, etc. Hay que luchar contra ese tipo de manipulaciones. Desde diferentes planos. El legal, mediante los cambios normativos necesarios. Pero también en un plano más interno: el de la formación consciente de las personas. Hay que saber desarrollar lo que se conoce como la ‘inteligencia emocional’. Una definición rápida se refiere a la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar de manera correcta tanto las emociones en nosotros mismos como las que atañen a nuestras relaciones.

El concepto contiene, en el fondo, un conjunto de aptitudes: desde el autocontrol de los impulsos, el desarrollo de la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia y la empatía, entre otros. El déficit de inteligencia emocional repercute en mil aspectos de la vida cotidiana, desde problemas matrimoniales hasta trastornos de la salud. La inteligencia emocional está en la base de muchos procesos físicos. Podemos decir que existe un vínculo directo entre las emociones y el sistema inmunológico que pone de manifiesto la relevancia clínica de las emociones. Existen emociones negativas y positivas que van a perturbar de un modo u otro la salud. Está al alcance de todos nosotros fomentar y fortalecer nuestra inteligencia emocional.

Hay que aprender a saber contener y controlar los sentimientos y las emociones que los generan. El dominio de las pasiones no se puede conseguir exclusivamente a través de la razón pura (tal como explicó Immanuel Kant ya a finales del siglo XVIII). Apunta Antonio Damásio que el mejor camino para ello es a través de una emoción guiada por la razón. Frente a una emoción negativa concreta, hay que trabajar desde la mente un sentimiento positivo. Es, al fin y al cabo, la fuerza de la voluntad. La voluntad es un método para educar a la razón en la búsqueda de un estímulo que pueda potenciar la positividad en la gestión de las emociones.

Para ello es necesario ser consciente de ‘mi yo’. De cómo somos. De cómo nos autoreconocernos. Lo ideal sería que aprendiéramos desde la edad temprana a potenciar las habilidades no cognitivas. Pero nunca es tarde para ponerse a ello. Existen diferentes escuelas que han trabajado el tema. Una de las propuestas más interesantes e integradoras proviene de lo que se denomina Social and Emotional Learning (SEL; aprendizaje emocional y social). Quizás la obra más popular sobra la materia la haya desarrollado Daniel Goleman en 1995 con un libro con el mismo título (ver referencia al final).

La apuesta por una regulación reflexiva de nuestras emociones es clave para avanzar en la mejora de nuestra sociabilidad, y ayuda sobremanera al desarrollo intelectual. Apostemos por ella. Nos hará más libres.

Para más información:
GOLEMAN, D. (1995). Inteligencia Emocional. Barcelona: Kairós.
Conferencia de Daniel Goleman.

http://www.neuroclassics.org/ncl/avan/10avn.htm
https://www.investigacionyciencia.es/revistas/mente-y-cerebro/el-poder-de-las-marcas-648/sentimientos-y-emociones-13498

Dr. Joaquín Marqués
Twitter: @Quim_Marques

LinkedIn: www.linkedin.com/in/joaquimmarques