La Real Academia de la Lengua (RAE) define resiliencia como la capacidad, tanto de los materiales como de los seres vivos, de superar una situación perturbadora negativa. En los materiales esa capacidad se manifiesta con la recuperación de su estado inicial mientras que, si pensamos en los humanos, la resiliencia se orienta a saber adaptarse positivamente a situaciones adversas. Lo que otrora se denominaba entereza de ánimo. La capacidad de afrontar la adversidad y vencerla.

El concepto proviene del ámbito de la psicología, además de otras ciencias sociales, donde lo utilizan para referirse a las personas que soportan situaciones estresantes sin que por ello se vean afectadas psicológicamente. Vulgarmente lo definiríamos como ‘tener aguante’. O la adaptación positiva: cuando hay que enfrentar adversidades.

Frente a situaciones tensionales personales (por ejemplo, acoso escolar o bullying) o profesionales (acoso en el lugar de trabajo o mobbing) la apuesta por procesos resilientes ayuda a salir reforzados de esa situación[1].

Estamos ante procesos de vulnerabilidad en las personas que se concretan en el estímulo de diversas emociones las cuales provocan estados de ánimo negativos. ¿Cómo luchar contra ellos? Apostando por técnicas de resiliencia.

En el mundo de los negocios se está apostando por desarrollar en los profesionales esta capacitación. Estamos hablando de saber afrontar las presiones, aprender de los errores, sean propios o ajenos, de manera similar a como se desarrolla en la inteligencia artificial.

El resiliente ha de ser asertivo, controlar sus propios impulsos y ser capaz de apoyar a los compañeros ayudándoles a superar sus dificultades. Es esa persona que suele etiquetarse como ‘positiva’, nunca negativa. Para ello debe tener mucha confianza en sí misma, muy motivada, con dotes para aprender constantemente en todo momento a lo largo de su carrera profesional.

Los responsables de la dirección de personas en las empresas (en el fondo, ésta es una figura que enraíza con los profesionales de la intervención social) han de apostar por desarrollar plantillas resilientes. Para ello algunas de las estrategias que potenciarán a esas personas pasan por:

Tender puentes de relación que, más temprano que tarde, ayudará a desarrollar relaciones de convivencia que mitiguen la agresividad y se cree un marco de resolución de conflictos.
Conocer la opinión de los empleados como base para poder desarrollar políticas que apuesten por una mayor implicación y compromiso con el desempeño. Eso pasa por el desarrollo de la comunicación multidireccional dentro de la organización.
Conocer sus opiniones facilita la implicación e implementación de acciones que apuesta por la toma de decisiones conjuntas. Este escenario permite potenciar las motivaciones y gestionar mejor situaciones de frustración, como cuando, por ejemplo, no se alcanzan los objetivos inicialmente previstos.
Se trata de no clasificar a la gente entre exitosa y fracasada sino de observar el error humano como algo transitorio, merecedor de un apoyo que estimule la mejora.
No se trata de eliminar la emotividad de la relación laboral sino de saber reconducirla conectando con los vínculos afectivos positivos. Y apostar por el sentido del humor que nos ayuda a aceptar de buena manera la, a veces, terca realidad.

[1] En el primer caso hay un componente de violencia física que no se acostumbre a producir en los ámbitos laborales.

Para ampliar las temáticas de este artículo se recomienda leer:

Resiliencia profesional: Aproximación desde la intervención social
Estado de arte en Resiliencia
Doctor Joaquim Marquès

Twitter: @Quim_Marques

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