Una de las muchas enseñanzas que se intenta inculcar en las escuelas de negocios (pero no solamente en ellas) a los estudiantes, conforme avanzan en su preparación para la incardinación profesional, es la significación de su propósito en la vida.

Se hace de manera sencilla de tal manera que sea comprensible para todo el mundo. Mediante una pregunta como la que encabeza este escrito. Una cuestión que no resulta baladí. Muchas personas enfrentadas a ellas no saben que decir. Se quedan bloqueadas, o reflexionando sobre cuál debería ser la mejor respuesta. Solo hay que ver multitud de videos que transitan por la red para constar cómo la gente no ha pensado antes sobre ello. Y es lastimoso, la verdad.

Por la imagen que propagan de ellos mismos en ese instante y que permanece indeleble en la red por años y años. Recordemos que solamente existe una primera oportunidad de dar una buena impresión. Dicho de otra manera, no existe una segunda oportunidad para dar una primera impresión.

Responder a esa pregunta requiere de una previa preparación. Que, sobre todo, se concentra en el yo interior. En la reflexión interna sobre cuál queremos que sea nuestra orientación en la vida. La respuesta seguramente estará basada en los valores de cada uno. También en su forma de ser. En la forma de afrontar los retos, en su manera de relacionarse con la sociedad. Su posición frente al mundo, el nivel de sus ambiciones… Y muchas de esas microrespuestas vendrán dadas por sus vivencias personales en sus años de vida (escasamente una década de consciencia plena de su incardinación social). La experiencia vivida junto a la formación recibida son claves en la orientación de la respuesta.

¿Cómo quiere que su persona sea recordada por sus descendientes, por las generaciones posteriores? Puede decantarse hacia respuestas más colectivas, del tipo: “como un tipo que ayudó a resolver el problema medioambiental de nuestro planeta”, donde el entorno social, la colectividad, está en primer término. Otras personas, sin olvidar el contexto social donde viven, apuestan más por potenciar el factor personal, del tipo: “haber conseguido levantar una empresa, crear muchos puestos de trabajo y entregarla a mi siguiente generación, en la posición de liderazgo”. En el extremo opuesto a la primera podemos encontrarnos con respuestas donde el papel del individuo es el eje central de toda la reflexión: “haber conseguido triunfar como deportista de élite”.

Pero en la mayor parte de los casos nos vamos a encontrar la callada por respuesta cuando no una de jocosa que intenta obviar la inexistencia del proceso de reflexión interior. Muchas personas directamente no han pesado en esa cuestión. Su realidad se circunscribe a vivir el día a día lo mejor que puedan. En muchas ocasiones aplicando la ley del mínimo esfuerzo. Define la sociedad en la que uno está inmerso.

Esta reflexión puede expandirse más allá del mundo de las personas físicas para ahondar en el campo delas personas jurídicas: las entidades, sean con o sin ánimo de lucro. ¿La pregunta concreta es, ¿tiene un propósito esa empresa? La respuesta la podemos constatar mediante la existencia, o no, de su misión, visión y/o valores. La verdad es que son una exigua minoría, aún, las sociedades que han apostado por desarrollar los conceptos de la responsabilidad social en las organizaciones empresariales. La máxima pasa por conseguir un buen nivel de rentabilidad sin apostar por devolver a la sociedad una parte de lo que la sociedad le está dando.

Como se puede constatar, aún queda un largo camino por recorrer en los planos de la reflexión sobre el por qué estamos donde estamos y qué queremos hacer. Sean personas física so jurídicas.

Dr. Joaquín Marqués
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